Sin autorización.


Sin permiso desobedeciendo cualquier señal, cualquier orden, cualquier cosa que me impida el paso y como vulgar ladrón me adentro en lo mas recóndito de esta zona restringida.

Sin permiso avanzo, escondiéndome en las sombras, cada ves un paso mas cerca, cada segundo la distancia se acorta.

Ya puedo sentir tu respirar, los lentos latidos de un corazón magullado, las lágrimas que recorren un rostro de niña. Sin ningún derecho y de un solo zarpazo, me robo lo que he venido buscando.

Sin autorización y adueñándome de la situación robo ese lastimado corazón de niña, ese pequeño tesoro que he venido a buscar, ese al cual sin permiso alguno he osado llevarme, sí me lo llevo, a un lugar donde nadie lo encuentre, un lugar donde no pueda sufrir, donde no lo puedan lastimar, me lo llevo al lado de mi corazón.

El bar de tu alegría.

Expulsado, exiliado, y al olvido condenado, de ese tétrico y recóndito lugar en donde mis penas se refugian, ahí donde pasaba mis noches en vela, ahí donde ya nos soy bienvenido por falta de dolor.

Ahora en solitario, recorro las calles de esta fría ciudad, calentada por un nuevo sol, y con gran entusiasmo me refugio en el único sitio donde he sido bienvenido, don de he sido aceptado sin ningún prejuicio en "El bar de tu alegría".

Ese pequeño lugar de aspecto rosa, perfumado por un asfixiante olor a fresa, ahí donde trago a trago mi dolor desaparece y lenta mente soy embriagado por esa dulce sonrisa que me regalas, acompañada de los cálidos pasa bocas de tus abrazos, pasa bocas que calientan mi alma y mi frío corazón, en ese lugar donde muere mi apatía con la deliciosa compañía de tus palabras, palabras de dulce sabor que reconfortan el alma de este triste y melancólico mago.

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